El hielo atrapa muchas cosas, pero, en este hielo de Bruno, hemos quedado atrapadas varias personas.
Supongo que no es lo más adecuado, pero comenzaré por el final: leed esta novela YA.
No pretendo aquí hacer una crítica/reseña al uso. Si queréis leer la sinopsis y demás, podéis visitar esta página (y de paso os hacéis con la novela.) Mi intención es tratar de transmitir cómo me he sentido al leer esta joya -publicada por los amigos de Ediciones B-.
Lo primero que llama la atención es el riguroso y concienzudo trabajo de documentación que ha realizado Nievas. Salta a la vista desde la primera página. No obstante, hay elementos que nos atrapan, como ese hielo que de un modo tan brillante describe, a un nivel más profundo. Y es que Bruno Nievas nos devuelve a la infancia, al lugar del que nacen los sueños, la fantasía y las ilusiones. Por las páginas de Lo que el hielo atrapa vemos desfilar a Melville, a Conan Doyle, a Mark Twain, a Verne; los vemos agazapados, invitándonos a unirnos a la aventura con un gesto pícaro y cómplice.
El texto nos hace partícipes del optimismo y del vitalismo de sus personajes, a pesar del infierno helado que atraviesan; despierta en nosotros viejos valores y sentimientos como la camaradería y el gesto valiente y decoroso de minimizar el pánico. Lo que el hielo atrapa es una novela humana por encima de todas las cosas. Y además está escrita como sólo un maestro de las letras sería capaz de hacerlo.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión: Bruno Nievas ha efectuado un salto exponencial, como si entre Realidad aumentada y Holocausto Manhattan, sus anteriores novelas, hubiesen pasado decenas, miles de ellas.
Pero, entre nosotros, nada de lo que yo pueda escribir aquí hace justicia a esta obra de Bruno Nievas, por lo que vuelvo al inicio de esta nota: leed esta maldita novela YA.