Así es. No hay nada más aburrido que un escritor hablando de:
a)Escritura.
b)Su escritura.
c)El último ejemplo de su escritura.
«¿Entonces cómo vas a dar a conocer tu trabajo?», creo estar oyendo.
Liberé Doppelgänger, mi nueva-vieja novela, el 11 de enero de 2016 —coincidiendo con el tercer aniversario del fallecimiento de Aaron Swartz— y he decidido finalizar la promoción el día 13 de enero (menos de 48 horas después).
Indudablemente, me refiero a la promoción directa (ya sabes: «lee mi novela», «descarga mi novela» y sus mil y una variables infames).
¿Por qué? No voy a engañaros: la novela está sujeta a derechos Creative Commons y puedes descargarla libremente, sin pagar un céntimo y con todo mi consentimiento.
En otras palabras, se trata de un trabajo que no está en venta y, en consecuencia, yo no voy a percibir ni un sólo euro (algo que, por lo demás, tampoco formaba parte de mis objetivos).
[En Yorokobu os amplío la información al respecto, así como algunas claves acerca del verdadero sentido de toda esta performance].
Dedicar, pues, tiempo —y pérdida de elegancia— a hablar de mí mismo y mi trabajo sería absurdo.

Ahora bien: se han descargado más de 2.000 ejemplares en menos de 48 horas (ya sé que parte se debe al «no-precio», pero imaginad lo que habría supuesto, en euros, en caso de tratarse de una publicación tradicional), y yo valoro de manera casi religiosa vuestra opinión. ¿Qué significa esto? Que daré la máxima cobertura a los comentarios y recomendaciones de la novela que vosotros hagáis.
Ahora vosotros sois mi ejército.
Os agradezco de antemano vuestro apoyo y colaboración en esta deliciosa locura literaria.
¡Empieza el espectáculo!